Recrudecimiento del paramilitarismo, la cara de la paz oligarca.

Por: Juan Carlos Chaparro.

El 27 de junio de 2017 las FARC-EP terminaron el proceso de entrega de armas a la misión de la ONU en Colombia, diferentes sectores se manifestaron, algunos desde la trinchera reaccionaria, calificaron como una farsa la entrega de esta guerrilla, otros desde los sectores autodenominados demócratas, ven la entrega de las FARC-EP como el fin del conflicto. 53 años duró la apuesta político militar de las FARC, en ese tiempo, la visión armamentista del triunfo militar mezclada con posiciones políticas electorales y conciliadoras fueron su común denominador.

Las Farc entregaron sus armas y para distintos sectores, incluidos sectores afines a ellos, la entrega de armas fue una victoria, reforzando la construcción hegemónica que tilda a la subversión como responsable de los problemas del país sin reconocer las causas estructurales del conflicto armado, la lucha de clases y antiimperialista que se vive en Colombia.

Aunque esta entrega de armas podría verse como una nueva etapa en la lucha por el socialismo, la realidad muestra que la burguesía nacional y extranjera aprieta cada vez más su lazo sobre los trabajadores y trabajadoras colombianas, pretendiendo profundizar su modelo sobre-explotador de la naturaleza en las regiones que por el control y la presencia guerrilleras les eran imposibles de explotar.

Estas pretensiones burguesas vienes de la mano de un recrudecimiento en el accionar paramilitar y militar. El legislativo construye leyes más represivas, el ejecutivo aumenta la militarización de la vida con mayor número de efectivos militares y policiales y con más fueros y sus perros rabiosos paramilitares cometen los mayores crímenes.

En Colombia los asesinatos de líderes sociales, las capturas y persecuciones se han multiplicado, lo mismo que la presencia paramilitar en lugares como el sur de Bolívar, Chocó, Guaviare, Meta, Catatumbo, Costa Pacífica, Bogotá entre otros, las denuncias no se han hecho esperar e incluso la resistencia armada, lo más grave es el demostrado contubernio entre militares y paramilitares como lo denuncia en ELN: «Esta situación se evidencia en el Departamento de Nariño, donde en el municipio de Iscuandé, situado al norte de este Departamento, unidades de una banda de paramilitares al mando de alias Alexis, en alianza con unidades de la Fuerza Pública adscritas a la Segunda Brigada Fluvial de Infantería de Marina, mantienen secuestrados y bajo hostigamiento permanente, desde el día jueves seis de abril del presente año, a los pobladores del Concejo Comunitario del Río Iscuandé.»

Se puede concluir que para la oligarquía, la entrega de las FARC no fue finalmente un pacto de paz, ni mucho menos, simplemente se quitaron un escollo en su pretensión por someter a toda la población colombiana, de paso algunos analistas y organizaciones hacen el juego de querer abolir el derecho a la rebelión armada y poner en tela de juicio la transformación revolucionaria de la sociedad. El pueblo colombiano sabe que la transformación se hace en la lucha, organizaciones experimentadas se mantienen y nuevas han surgido, que desde su nacimiento han resistido los embates militares comunicacionales y políticos de los explotadores.

Esta nueva coyuntura pone de manifiesto la necesidad de nuevas síntesis sobre la sociedad colombiana y de planteamientos de transformaciones radicales de la sociedad que impulsen una salida popular a la decadencia capitalista.

 

 

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